jueves, 5 de marzo de 2009

Machu Pichu

Una visita mágica a las ruinas de Machu Pichu

Con el clima nublado en la ciudad de Cusco tomé el tren hacia la ciudad de los Incas, Machu Pichu. El tren era un transporte no solo para turistas si no también para todos los habitantes de los diferentes pueblos del Valle del Urubamba. El tren iba lleno de personas, algunas de ellas cargaban cajas y otros transportaban con ellos pequeños animales domésticos, como conejos y el famoso cuy peruano.
El tren avanzaba por las montañas y mis ojos se llenaban de bellas imágenes en donde se apreciaba la belleza natural del país. Un valle verde, lleno de pequeñas flores que crecen cerca al rió, que no solo da vida a estas coloridas plantas, sino también a los habitantes de todos aquellos pequeños pueblos en el Valle Urubamba, tales como el pueblo de Pisaq y el de Calca.
Finalmente, después de algunas horas llegué a la villa de Aguas Calientes que se encuentra a los pies de la montaña. Bajé del tren y pude apreciar las lindas casitas de piedra y adobe con techo de tejas. Era un pueblo tradicional y en el cual pude apreciar la hermosa vestimenta andina del Perú. Las mujeres llevaban hermosas faldas amplias y gruesas a las que llaman polleras, camisitas blancas y unos ponchos para protegerse del frío. Los hombres llevaban pantalón, camisa e igual a las mujeres ponchos.
Empecé a caminar hacia donde se toma el autobús para subir la montana en donde se encuentra Machu Pichu. Al subirme al autobús sentí una emoción inexplicable, estaba ansiosa por llegar a la cima. Empezamos a subir la montaña, era un camino lleno de curvas que se podría comparar con una culebra enroscada en un árbol. Finalmente llegamos a la cúspide de la montana y desembarque el autobús. Camine hacia la entrada a Machu Pichu, la cual se encontraba a unos cuantos minutos del parqueadero de buses. Pague mi entrada y finalmente crucé un arco incaico hecho de piedras y ahí en frente mío estaba la majestuosa ciudad de los Incas “Machu Pichu”.
Me sentí abrumada por tanta belleza. El lugar donde me encontraba tenia una vista panorámica de la ciudad y del imperioso Waynapicchu una montana al lado norte de la ciudad en donde se encuentra el Templo de la Luna y algunas pequeñas edificaciones incaicas. Empecé a bajar unas pequeñas escaleras de piedra que llevaban al patio mayor, un área verde en el centro de estas ruinas. Desde allí se puede apreciar los andenes de cultivo utilizados por los Incas. Subí unas escaleras que me llevaron al templo del sol. Esta construcción se destaca por ser circular y por tener en el centro un altar tallado en la roca en donde se hacían sacrificios. Salí del templo de sol y seguí mi caminata. Me acerque al filo de la montana en donde se encontraba un precipicio, el cual no me causo temor si no me dio una paz interior muy grande. Me sentí parte de un mundo mágico, como si estuviese volando ya que al mirar hacia el precipicio podía ver las nubes blancas que se movían al compás de un suave viento. Escuché las aguas del rió que a pesar de estar muy abajo rugía fuertemente al chocar con las piedras llevando su voz hasta la cumbre de la montaña.
Decidí seguir mi caminata en la cual podía apreciar en cada paso la belleza y la gran destreza de los ingenieros incaicos al construir esta ciudad. Cada piedra encajaba perfectamente con la otra formando las paredes de habitaciones que han de haber sido testigo de muchas hazañas incas. Llegué a una habitación en la que se encontraban varios turistas con un guía, el cual les pidió que lo sigan a una de las áreas verdes en el centro de este complejo. Me uní al grupo, y el guía nos invitó a que nos agarráramos de las manos para formar un círculo de energía, ya que Machu Pichu es considerado como uno de los centros de energía del mundo. Todos nos agarramos las manos y el guía dijo que cerráramos los ojos, fue entonces que me sentí en completa armonía conmigo misma. En las palmas de mi mano pude sentir una energía que recorría todo mi cuerpo, sentí en ese momento que todas las personas presentes estábamos integradas en una misma y que compartíamos energía positiva el uno con el otro.
Finalmente, la hora de irme llego. Sentí una tristeza muy grande ya que había sido un día lleno de emociones y de historia. Caminaba hacia el gran arco de piedra que había cruzado horas antes para entrar a Machu Pichu y que irónicamente seria ahora el que me alejaría de este tan magnetizador lugar. Decidí mirar hacia la ciudad una vez más y nuevamente mis ojos se llenaron de satisfacción al ver los edificios de piedras con techo de paja, conectados por escalinatas empinadas de piedra y rodeados por áreas verdes. Cerré mis ojos tomando una foto mental, la cual he guardado en mi memoria por más de seis años y la cual será parte de mi ser por siempre. Machu Pichu es un lugar incomparable no solo porque es hermoso y por la magnitud y grandeza con la que se edifico esta ciudad, pero sobre todo por los sentimientos que logra crear en las personas que la visitan.

4 comentarios:

Erin Fleming dijo...

Me gusta tu cuento mucho. Me gusta la descripción del camión y el viaje a Machu Pichu. Cuando estaba leyendo, pensaba en una excursión muy similar que yo hice el verano pasado. Tomé un bus en Nicaragua a visitar un volcán muy famoso, y el camión y los sentimientos era casi iguales. Me gusta el uso de detalles descriptivas.

aarenbrooke dijo...

Esta muy muy chevere este post. En serio, yo me sentia de si estuviera escalando las montanos y viendo la belleza de las ruinas y tambien sentiendo la magia de estar en la presencia de historia. Este frase me gusto mucho: "Me sentí parte de un mundo mágico, como si estuviese volando" porque fue exitoso en hacerme entender como era tu experiencia. Super bien en serio, me encanto tu post--q me dio ganas de viajar--ya! sin mente!

Anónimo dijo...

Adoro Machu Picchu. Adoré que escribió acerca de esto. Este cuento es muy descriptivo y mantiene mi atención. ¡Este cuento me hizo querer volver! La lectura que este cuento personal me hizo sentir como si estuviera allí.

Anónimo dijo...

Adoro Machu Picchu. Adoré que escribió acerca de esto. Este cuento es muy descriptivo y mantiene mi atención. ¡Este cuento me hizo querer volver! La lectura que este cuento personal me hizo sentir como si estuviera allí.